Ya era el tercer año en que pasábamos nuestras vacaciones en
el paraíso libertino de Cap DÁgde,
tengo que decir que las disfrutamos a tope,
tanto por el día como por las noches.
Hasta este último año no habíamos pasado de tontear en el
desenfreno nocturno, con pequeñas aventurillas por sus maravillosos clubes
libertinos.
Pero, este año, la cosa cambió.
Hasta ahora, en los numerosos numeritos que se montaban en
la playa
no habíamos visto , (es cierto que no era raro ver tomar el sol y
pasear a parejas donde, el componente de la dominación, estaba bastante claro,
pero, este verano), parejas donde, el
varón, lucía un hermoso cinturón de castidad dejando muy claro el tipo de
relación que llevaban.
No puedo negar que, desde el primero que las vi, sentí una
mezcla de envidia y excitación, me encantó el morbo tan terrible que era
exponer públicamente ese acto de entrega y sumisión, ver la naturalidad con que
exponían el miembro enjaulado y la señal de poder de la llavecita colgada al cuello
de la dama en cuestión.
Considerando que, allí, éramos 2 personas anónimas y que,
tod@s l@s que disfrutaban sus vacaciones en ese morboso lugar aprovechaban para
aflorar sus deseos y fantasías sin cortes ni frenos, le expuse a mi mujer mí
deseo de probar el juego de la castidad, no me sorprendió que aceptara y se
animase.
Esa tarde acudimos a
una de las tiendas eróticas que pueblan el complejo y compramos un CB3000. “cariño,
esta noche celebraremos nuestra “boda” estilo Agde en el Chateau de Tredos”, me
dijo con una radiante sonrisa.
El Chateau es un club libertino de la villa de Agde que ya conocíamos,
llegó la noche, me colocó el CB, nos vestimos, coloco en una bolsa lo que consideró
necesario para la fiesta y nos fuimos.
Lo primero que hicimos al entrar fue ir a los vestuarios de
la 1ª planta, a mi me hizo quedar completamente desnudo salvo el cinturón de
castidad y un collar de perro, luego me hizo salir fuera a esperarla.
Cuando salió casi me caigo de la impresión, en efecto íbamos
a celebrar una nueva boda.
Estaba desnuda, unas medias y liguero blancos, tacones y el
velo de novia, no se como lo hizo pero salió del brazo de un hombre trajeado
como si fuese el padrino.
Me sonrió, cogió la correa del collar y me llevaron al 2º
piso.
Se puede imaginar que fue todo un paseo, mientras me
arrastraban de mi correa, se detenían cada 2 pasos con tod@s aquell@s que nos cruzábamos,
se acercaban a “felicitarla” por su boda y, de paso, besos, morreos, sobeteos…¡era
un infierno!, la situación mas caliente de mi vida y ,mi polla, enjaulada intentado ponerse erecta, algo imposible con
el CB que, cada vez me apretaba mas.
Llegamos al 2º piso, allí, una de las habitaciones está
equipada con material BDSM, me besó, “¿quieres ser mi esposo en castidad?”,
dijo, SI, fue mi respuesta, me ató a un cepo y añadió “¡Es oficial, que empiece
la noche de bodas!”, inmediatamente le dio mi cadena a una extraña que estaba
allí, unas pinzas fueron a mis tetillas y mi culo experimentó el trato de algún
instrumento que no veía pero que me azotaba de suave a mas fuerte.
Mientras, ella, era atendida por unos cuantos visitantes solícitos.
Chupo y la chuparon, besó y la besaron, y folló y la
follaron bien bien.
Al final me soltaron, no sin saber que se siente cuando te
penetran y azotan el culo con un CB puesto.
Pasamos los días que quedaban de “luna de miel”, y , si soy
sincero disfrute como no creía que se podía exhibiendo orgulloso mi polla
encerrada en el paraíso naturista-libertino de Cap DÁgde.
No me lo quitó hasta que tuvimos las maletas en el coche
listas para irnos.
“Cariño, no sé si lo repetiremos pero, tengo que decir, que no olvidaré
esta maravillosa boda y su luna de miel”, me dijo con la mas maravillosa de sus
sonrisas.